martes

No se lo digas

Ya no recuerdo si la llamé o me llamó
porque esa tarde no me importó, ni el tiempo,
ni cruzar por la vera de los ojos de la muerte,
esa tarde preferí caminar tranquilo, a su lado.

Me besó despacio,
bien pude quedar embelesado con todo el aparato
que hubo en esa calle al momento,
pero sus ojos alaban mi mirada y la tendían sin reojo.

No pude quitar la vista siquiera un segundo,
más porque no quise,
menos porque era imposible,
en su llamado a la atención, no atender.

Esa tarde ató todos mis caprichos sueltos,
me enseñó, para mi mal, que ella existía,
desnudó mis mañas de andar replicando el pasado
me clavó en la memoria su lado humano.

Pero no se lo digas esta noche
que alarmará todo el entorno con sigilo
para advertir algún suspiro si es que ocurre
temerosa que alguien rompa
la regla más importante de la mecánica.

No se lo vayas a decir tampoco, ahora asustada
de que algo pueda suceder a este inaguantable.
Quédate tranquila que sé muy bien
lo que propone hacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario