domingo

Carta al verdadero adiós

Mientras crezca el amor, descuida;
comparte con tu veneno la culpa y la dicha de cada maldad
no evites mezclarte a lo plebeyo por miedo a perder la esencia en lo accesorio
no guardes el tiempo de perder la cordura, mientras el amor crezca.

No importa si tu amor de codorniz no alcanza para cruzar la calle
ni para intentar saltar el borde de la acera,
ni para nada.

No importa si no hablas conmigo,
si llegas y sonríes al caradura de la puerta,
al que te golpea con sus bíceps,
al que te mira y no te observa.

No importa porque si fuera de todos los males crece el amor,
si dentro de todos los males crece el amor,
si al lado de todos los males crece el amor,
si crece el amor
tú estarás a salvo
y, por tanto,
también yo.

1 comentario:

  1. Como si de nadie se tratara o quizas fuese una extraña, a pesar de que allí estaba no quizo recordarla.
    Como si se perdiera en un sueño que acaba en pesadilla, así de esa forma decidió no pensarla y la abandonó en una esquina.


    Actuó con la misma compasión que llevan en sus almas vacías aquellos que juzgan sin vacilar, convirtiéndose en uno más, uno de los que prefieren placer antes que conversar, de esos que convocan a la paz mientras estan armados de forma perfecta para matar.


    Sin el más mínimo dolor, no quiere volver a verla, no quiere respirar su olor,
    mucho menos escuchar su voz recitar las rimas de un amor que descubrió, aquel que en unos instantes murió.

    Y allí me encuentro yo en aquella esquina, haciendo una sinfonía con las risas que ahogó, recitando las rimas que nunca escuchó, consolando mi dolor pensando en que el temor lo venció, no luchó, no me conoció, simplemente decidió no saber todo lo que puedo ser, porque temía que si me conocía podría amarme y por amarme alejarme.


    Ese es mi lugar, ser la extraña, dueña de sus recuerdos a no recordar. Aquella que se consuela con el saber que quizas pudo ser.

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