miércoles

Oscuro no me escuchas

"Las palabras están vacías" dice el que escribe,
desesperado por callar las manos.
Queriendo matar el interés de las locomotoras,
que tanto buscan llegar al final del camino
y tanto disfrutar del descanso antes de volver a partir.

Se atrevía a desmentir con fantasías, esa noche,
todos sus escritos sólo por ella.
Porque asesino no sólo es quien mata,
igual lo es quien consiente un suicidio.

Pero las calles estaban repletas,
como un fumador que,
desesperado por volver a conocer
los efectos del tabaco en los remordimientos y las dudas,
exhala el humo tan despacio que se le esconde la cara
en un velo que parece la muerte
en su placer de salvar de la vida
a un maldito desgraciado.

Así de repletas estaban de sombras las calles,
tantas sombras que la luz se escondía
detrás de los faroles que ahora no me atrevo a describir
y de las lámparas que parecían cansadas
de estar paradas en la orilla de la acera
y de que ningún borracho despechado las llamara putas.
Cuánto ansiaban las lámparas poder ser putas
para así disfrutar sin miedo de tan hermosa virtud.

Y con tanta oscuridad,
siquiera los miedos se veían en los rostros
de aquel señor que fulana miraba,
desgarrando, empujando y tirando de la puerta
de la duda y la respuesta.
Y como no vio nada, nunca entendió la poeta
que escribir es, a veces, como cortarse las venas.

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