domingo

Creo que me es más fácil creer 
cuando hablas de transposiciones místicas 
de todo nuestro entorno alcanzable con la mirada 
a un plano de tres dimensiones, 
ocho punto cinco, por cinco, por once, 
buscando quizás entretenerte 
con tantas cosas inconclusas 
que hacen a la relatividad un bombo asqueroso 
y semejante a cierta institución 
de hace más de seiscientos años y de ahora 
y que cuando me comienzas a contar esas utopías 
no puedo evitar recordar en mi desesperado recorrido 
por recuerdos idiotas 
que sólo busca no pensar en lo más mínimo 
lo que me estás diciendo; 
que creer cuando me hablas 
de todas las leyes naturales 
que se rompen cada vez 
que te pido un beso. 
 
Así... más o menos. 
 
Y porque soy medio lento con las cosas que no me gustan 
o porque soy simplemente lento, 
es que no entiendo aún tanta verborrea. 
Y quizás sea así como pasan nuestros pensamientos, 
con esa capacidad increíble 
de desglosar cada gesto en tres mil ejemplos 
que sólo se relacionan con la linea anterior escrita 
por la ironía o la sutileza 
de lo que se quiere destacar del ejemplo o del gesto. 
O no, y sólo somos unos vagos curiosos 
que a duras penas de no poder partirnos la boca de un beso 
escribimos sobre filosofía existencial 
en un texto que en principio quiso hablar 
sólo de sexo. 

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